lunes, 30 de diciembre de 2019

LAS TENTACIONES EN LA MADUREZ CRISTIANA

Muchos cristianos creen que ir a Misa, rezar el Rosario y tratar de vivir una vida cristiana coherente nos exime de las tentaciones. Pero lo cierto es que el demonio redobla sus esfuerzos cuando ve coherencia cristiana en nuestras vidas y utiliza otras estrategias con pensamientos y estados de ánimo que parecen espirituales para poco a poco desviarnos de nuestra relación con Dios.

centrarnos en nosotros mismos

uno de los grandes cambios espirituales en la persona con madurez cristiana es apartar la mirada de uno mismo y ponerla en los demás. Descubrir que hay más alegría en dar que en recibir y que la alegría de la comunión es mucho más grande que lo que pueda ofrecer quedarnos con todo para nosotros. Es muy difícil engañar o inducir a error a una persona que tiene la mirada y el corazón puestos en Dios y en los demás ya que el amor ahuyenta al maligno.

esta es la estrategia base que inspirará las demás tentaciones. El demonio necesita que centremos la mirada nuevamente en nosotros mismos para poder atacar con efectividad. El amor propio desordenado es una enfermedad espiritual que el demonio trata de introducir en nuestra vida de modos diferentes. 

Hacernos creer que la fe es contenido y no relación

La fe cristiana es una vida de relación con Cristo. Una relación que se manifiesta de muchos modos: en lo que creemos, en lo que queremos, en lo que pensamos y en lo que elegimos. Es una fe que informa y enriquece toda nuestra vida porque es una fe viva, fundada en una relación actual y real con el Señor Jesús.

Cuando la vida del cristiano está nutrida por un dialogo amoroso con Cristo, el demonio poco o nada tiene que hacer. Su estrategia, por lo tanto, consistirá en desvitalizar esta relación. ¿Cómo lo hace? tratando de que nuestros pensamientos y sentimientos religiosos empiecen a parecernos más una conquista personal que un don recibido. El objetivo del demonio es hacer de nosotros personas religiosas sin Dios. Querrá hacernos creer que podemos mejorar como cristianos prescindiendo de una relación de amistad con Jesús.

Cuando el cristiano empieza percibirse como el principal autor de su vida cristiana la fe pierde toda la energía y se enfría hasta el punto de convertirse una ideología y cuando la fe se convierte en ideología, aburre; se abre una grieta entre la vida concreta y las creencias. Seremos cristianos bien adoctrinados, asiduos en las prácticas y rituales católicos, moralmente ejemplares… y muertos por dentro.

La satisfacción espiritual

Es fundamental rezar y realizar con amor nuestras actividades religiosas y realizando todo esto experimentemos satisfacción y paz interior. Pero hay un peligro muy sutil: es muy fácil perder el horizonte y empezar a practicar nuestros ejercicios de devoción ya no con el objetivo de acercarnos a Dios y reforzar nuestro amor por Él, sino por el gusto espiritualidad que estas prácticas nos producen. Por lo que nos hacen sentir o por la imagen personal que empezamos a construir a partir de ellas.

¿Cómo podemos saber cuándo nos ocurre esto? El P. Rupnik nos da un excelente consejo: “Es importante estar atentos al proceso de los pensamientos y de los sentimientos en las oraciones y en los momentos espirituales de gran calor e intensidad (…) el enemigo se sirve de una imaginación que tiene por objeto las cosas de Dios, las cosas santas, las personas santas, o bien nosotros mismos, nuestro futuro espiritual, con el fin de suscitar en nosotros convicciones y pensamientos que, o nos hacen protagonistas “sensuales” de la vida espiritual -deseosos sobre todo de esta satisfacción- o bien, nos hacen sentirnos contentos de estar en este camino porque es satisfactorio”. Por experiencia propia, creo que no es difícil darse cuenta de la naturaleza de nuestros pensamientos y sentimientos una vez que nos hemos hecho conscientes de la necesidad de realizar su análisis. Lo difícil es precisamente esto último. Por esta razón la Iglesia recomienda no perder de vista nuestro examen de conciencia.

El apego a las propias ideas o planes

Queremos que nuestros proyectos salgan bien e incluso rezamos para que esto sea así. No tiene nada de malo y Dios también quiere que nuestras empresas evangelizadoras salgan adelante. Sin embargo, el demonio sabe muy bien que el corazón humano a veces se entrega demasiado a los propios proyectos. El hecho de que nuestras obras busquen la evangelización no nos hace inmunes a desarrollar apegos mundanos con nuestro proyectos. Apegos que nos hacen olvidar la centralidad de Dios y su gracia y nos ponen a nosotros como los protagonistas y los héroes indispensables de ese apostolado concreto. El demonio goza cuando logra disfrazar el protagonismo de celo apostólico; por eso nunca está demás poner en las manos del Señor, especialmente en el Sagrario, nuestro corazón y todos nuestros proyectos. Hablar con confianza de cada uno de ellos y dejar que el Señor nos interpele y nos ayude a ponerle siempre a Él en el centro, aunque eso signifique -gracias a Dios- hacer retroceder nuestra hambre de protagonismo.

los justicieros de Dios

Vivimos la pureza, vamos a misa, pensamos como cristianos y ayudamos a quien se cruza en nuestro camino. Por ello, no dejemos entrar a ninguna persona en nuestro círculo virtuoso. ¿Es esta una actitud cristiana? ¡Claro que no! pero enjuiciar y despreciar a los demás por no vivir o pensar como nosotros es una práctica común cuando la vida espiritual no es lo suficientemente madura. Esta es otra gran tentación de la que se vale el demonio, nos hace experimentar el gusto fariseo de ser los justicieros de Dios; aquellos con poder para definir quién vive la fe y quién no. 

Los justicieros de Dios están muy alejados de la mirada de misericordia y amor que Dios nos pide. Es importante que el cristiano que ha caído en esta tentación identifique aquellos juicios condenatorios o aquellos sentimientos de superioridad que le han embotado el corazón y los ponga con humildad a los pies del Dios que no bromeaba cuando decía que las prostitutas y los publicanos precederían a los fariseos en el Reino de los Cielos.

Ocurre cuando nuestra propia interpretación de la fe se vuelve la norma universal para juzgar las reflexión y comprensión que otros tienen de la doctrina católica. Dice el P. Rupnik: “Así las ideas se convierten en idolatría, y siguiendo ese camino se puede llegar a confundir la fe con un filón de pensamiento preciso, con una escuela precisa, incluso con un método preciso, perdiendo así un enganche real con Cristo Salvador”. En el fondo se produce una ideologización de la fe que puede llegar al extremo de descartar cualquier opinión que se oponga a la propia, incluida la voz del propio obispo, la voz del Papa o la del Magisterio de la Iglesia.

Pensamientos conformes a la psicología de la persona

Otro modo que tiene el maligno de introducir el aguijón en nuestras vidas  es el de inspirar pensamientos conformes a las características de la persona; es decir, a quien es valiente le inspirará pensamientos de entrega y coraje, quien es devoto, pensamientos de piedad y mortificación, quien es generoso, pensamientos en la linea de la caridad y la defensa de los pobres, etc. Dice el P. Rupnik: “El enemigo llega a fingir que reza con quien reza, ayuna con el que ayuna, que hace caridad con quien da limosna, para atraer la atención, entrar por las puertas de la persona y después hacerla salir donde él quería llevarla”.

El demonio conoce nuestro mundo interior y lo tiene en cuenta. Es fundamental que nosotros también lo conozcamos y sepamos hacer un fino examen de conciencia con vistas a reconocer dónde crece el trigo y dónde fue sembrada la cizaña. El criterio último de discernimiento debe ser el plan de Dios en nuestras vidas. Hay muchas cosas buenas y santas que podríamos hacer que no son parte de lo que Dios quiere para nosotros. La prudencia debe siempre regular a la caridad.

La falsa perfección

El maligno también es capaz de tentarnos con cosas que podemos superar fácilmente con el objetivo de hacernos sentir personas buenas y luchadoras, con un nivel decente de virtud en nuestras vidas. Advierte el P. Rupnik:“Se cae así en la trampa más peligrosa, la de la soberbia espiritual. No son los hombres los que consiguen vencer al príncipe de las tinieblas, sino que es sólo Dios el que vence, es el Espíritu Santo quien nos comunica la fuerza del Señor de la luz para desechar las tinieblas y vencer los engaños del tentador”. Esta soberbia espiritual va de la mano con la falsa creencia de que somos capaces de vencer cualquier tentación si es que nos lo proponemos. Dios y su gracia salen inconscientemente del panorama del combate espiritual y el terreno queda servido para que el tentador muestre su verdadero rostro. Lo terrible es que el cristiano vencido tratará de recuperarse subiendo por la misma escalera que le permitió alcanzar su pasado grado de virtud; es decir, la escalera del voluntarismo. La oración acompañará sus esfuerzos pero no será el corazón de su combate porque el tentador se ha asegurado de hacerle creer que puede lograrlo por él mismo. 

Lo siguiente será hacerlo abandonar la esperanza de ser ayudado por Dios para finalmente llevarlo a desesperar de su misericordia. El cristiano abandona la esperanza de recibir una ayuda que nunca pidió, y desespera de la misericordia divina cuando su objetivo no fue el perdón, sino recuperar la paz que le producía sentirse bueno y virtuoso. El maligno desubica al cristiano y lo coloca en batallas que perderá.

Es esencial saber que la verdadera perfección cristiana se vive en clave de morir y resucitar constantemente. Se expresa en un amor humilde que nunca se pone por encima de los demás ni se envanece con sus logros o capacidades. No halla paz en la auto contemplación sino en la felicidad de quienes están a su lado. Es una perfección que se sabe profunda y constantemente necesitada del auxilio de Dios porque reconoce su pequeñez ante el misterio del amor al que está llamada. Sus conquistas no las atribuye a sí misma sino que las agradece porque siempre son dones recibidos. 

(Del libro "El Discernimiento" de Marko Rupnik)

martes, 17 de diciembre de 2019

LA FAMILIA, ESCUELA Y CAMINO DE SANTIDAD


La subcomisión para la familia y defensa de la vida de la Conferencia Episcopal Española ha publicado el documento "la familia, escuela y camino de santidad" con motivo de la Fiesta de la Sagrada Familia que se celebrará el próximo 29 de diciembre.

Este documento destaca que el camino de la santidad "tiene etapas y exigencias diversas, y habrá de acoger con esperanza y espíritu de combate todas las posibles situaciones y vicisitudes que pueden darse en el itinerario de nuestra vida. El camino se habrá de ir llenando de acogida, de esfuerzo y entrega, de donación generosa, de trabajo y servicio generoso y para ello debemos saber en qué tipo de riqueza está puesta la seguridad de nuestra familia, y revisar en qué medida buscamos una vivencia verdadera, en comunión espiritual y de vida con los más pobres. Debemos comprometernos, de alguna manera, como familia, con aquellos que lloran y esperan nuestra solidaridad y acogida caritativa familiar. Debemos crecer en justicia y, sobre todo, en misericordia, virtud central que, en la familia, se traduce en búsqueda de comprensión, en atención generosa, en perdón permanente y en consideración amorosa de todos. Debemos mantener encendido el corazón en el fuego del amor verdadero, buscando la verdad y la purificación de nuestras relaciones, para no permitir que penetre entre nosotros nada que debilite o ponga en situación de riesgo nuestros hogares.

Muchas familias son un faro que se extiende sobre muchas personas y de este modo se convierten en una ciudad encendida en lo alto del monte que no se puede ocultar y que ilumina el mundo con su luz".