martes, 26 de febrero de 2019

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2019



"Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios». De este modo podemos caminar, de Pascua en Pascua, hacia el cumplimiento de aquella salvación que ya hemos recibido gracias al misterio pascual de Cristo: «Pues hemos sido salvados en esperanza».

Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios». Desde esta perspectiva querría sugerir algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma.

1. La redención de la creación

La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo es un don inestimable de la misericordia de Dios.

Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención.

Por esto, la creación —dice san Pablo— desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la caridad de Cristo transfigura la vida de los santos —espíritu, alma y cuerpo—, estos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como demuestra de forma admirable el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís. Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte.

2. La fuerza destructiva del pecado

Efectivamente, cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca.

Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro. Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del todo y ya, del tener cada vez más acaba por imponerse.

Como sabemos, la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo.

El hecho de que se haya roto la comunión con Dios, también ha dañado la relación armoniosa de los seres humanos con el ambiente en el que están llamados a vivir, de manera que el jardín se ha transformado en un desierto. Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás.

Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre —y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.

3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón

Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo». En efecto, manifestándose, también la creación puede “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva.

Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.

Esta “impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el “trabajo” que supone la conversión. Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios».

La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.

Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.

Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original.

Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios». No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión.

Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación".

viernes, 22 de febrero de 2019

LA REGLA OFS: EVANGELIO Y VIDA

El pasado sábado 16 de febrero de 2019, tuvimos en la zona el segundo encuentro de formación del curso. Hubo tiempo para todo: catequesis, actividades lúdicas y compartir en fraternidad. Estos fueron los materiales que utilizamos junto con otros para profundizar en el tema de la Regla OFS.


viernes, 15 de febrero de 2019

CURSO DE FRANCISCANISMO Y ARTE

El Instituto teológico de Murcia ha puesto en marcha un seminario sobre franciscanismo y arte que se puede hacer tanto online como de manera presencial.

Este seminario pretende ser una introducción al arte surgido en torno a los franciscanos y su experiencia religiosa. Se prestará especial atención a la espiritualidad y la teología que subyacen en dichas manifestaciones artísticas.

Los contenidos del curso son:

1. Consideraciones generales.
2. Los franciscanos y la arquitectura.
3. Iconografía franciscana: San Francisco y su espiritualidad en el arte.
4. Franciscanismo y artes plásticas

Podemos pedir información en el ITM de Murcia   itmfranciscano.org


domingo, 10 de febrero de 2019

PROPUESTA PARA LA CRISIS DE NUESTRO TIEMPO


El arzobispo de Los Ángeles, Monseñor José Gómez, ha hecho una propuesta desde la fe para la crisis de nuestro tiempo en un artículo publicado en Aciprensa, en el que trató de la crisis de la persona humana de nuestro tiempo.

Monseñor hizo referencia a los misioneros españoles, que hicieron importantes contribuciones a la tradición humanista de Occidente, profundizaron nuestra comprensión de la Encarnación y sus implicaciones, ayudándonos a ver la santidad y el destino trascendente de toda vida humana hecha a la imagen de Dios y redimida en Jesucristo. Mencionó a los dominicanos Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas y al franciscano San Junípero Serra. Cada uno de ellos enfrentó un desafío histórico en cuanto a la definición y el significado de la persona humana.

El Arzobispo expuso que enfrentamos un desafío similar en nuestros días. Estamos perdiendo nuestra dimensión religiosa de la persona humana, del carácter sagrado de nuestra personalidad, es decir, de la verdad de que somos criaturas espirituales creadas a imagen de Dios, nacidas con un deseo interno de buscar la verdad y la trascendencia, un deseo que sólo Dios puede satisfacer. La crisis de la persona humana es una crisis referente a la Encarnación. Hemos olvidado la hermosa verdad de que Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo unigénito para salvarnos y revelarnos sus propósitos.

La Encarnación nos revela a un Dios personal que por amor quiere compartir su vida con nosotros. A un Dios que nos ama tanto que se humilló a sí mismo para asumir la carne humana, naciendo del seno materno y criándose en una familia humana, trabajando con manos humanas y compartiendo todas las alegrías y tristezas de la vida humana, incluso los extremos de la vida humana: el sufrimiento físico y emocional y la muerte.

Mario Vittorino, un filósofo y converso del siglo IV, dijo: “Cuando me encontré con Cristo, descubrí mi verdadera humanidad”. Este es el poder del evangelio. En Jesucristo, descubrimos que la vida humana tiene una vocación divina, que nuestra humanidad fue hecha para ser “divinizada”, que fue creada para compartir la propia naturaleza de Dios. En Jesucristo descubrimos que nacemos para “renacer”, como hijos de Dios, como sus hijos e hijas amados.

Desde el principio, la imitación de Jesucristo ha sido la forma básica de la vida y espiritualidad cristianas. Jesús nos llamó a seguirlo, a pensar con su mente, a amar con su corazón, a vivir de acuerdo a sus palabras. San Pablo dijo sencillamente: “Yo imito a Cristo”. Imitar a Jesucristo es darse cuenta de la plenitud de nuestra humanidad, es conocer la perfección humana, es seguir sus pasos, vivir los misterios de su vida, tomarlo realmente como el camino y la verdad de nuestras vidas. El objetivo de imitar a Cristo es “volvernos como Jesús”, ser conscientes de su presencia dentro de nosotros. “Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí”, dijo San Pablo.

Este es el poder y la gracia que nos llega a través de la Encarnación. Gracias a que Cristo se humilló a sí mismo para compartir nuestra humanidad, tenemos ahora esta asombrosa posibilidad de compartir su divinidad. Somos criaturas con cuerpo y alma, corazón y conciencia, mente y voluntad, creadas del polvo de la tierra y llenas del aliento de Dios, de su Espíritu. En su amor, Dios nos llama ahora a caminar con Jesús y a compartir su misión, es decir, nos llama a servir en el amor a nuestros hermanos y hermanas, a transformar la ciudad terrenal en el reino de Dios, a darle gloria a Dios con nuestra vida. Esta es la hermosa imagen de persona humana que estamos llamados a proclamar en nuestro tiempo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

SEGUNDO ENCUENTRO DE FORMACIÓN DE LA ZONA


El próximo día 16 de febrero tendrá lugar en Santa Catalina del Monte, la segunda jornada de formación del curso. El tema de formación que trataremos será "la Regla OFS, Evangelio y Vida".
Este es el programa del encuentro:

10:00 h.: Acogida

10:30 h.: Catequesis. “La Regla de la O.F.S. Evangelio y Vida.

11:30 h.: Actividad lúdica.

12:30 h.: Trabajo por grupos.

13:30 h.: Descanso. Momentos de Confraternización.

14:00 h.: Comida. Llevar comida para compartir.

16:00 h.: Puesta en común.

17:00 h.: Celebración de la Eucaristía.

18:00 h.: Despedida.
Se ruega a los hermanos llevar el libro de la Regla y Constituciones de la O. F. S. y los teléfonos móviles con conexión a Internet para la participación en la actividad de tipo lúdico que realizaremos. 
Haced todo lo posible por asistir al encuentro ya que la necesidad de formación de todos los hermanos es evidente y en este caso se ofrece una importante ocasión para profundizar en nuestra regla y constituciones e igualmente se ofrecen momentos de confraternización y enriquecimiento mutuo.