La pornografía se caracteriza en nuestros días por ser fácilmente accesible, de manera anónima, asequible y además aceptada en algunos sectores de la sociedad, en aras de una supuesta libertad ("yo puedo hacer lo quiera", "no hago daño a nadie" etc...).
Lo cierto es que la pornografía on line produce modificaciones en la vida de la persona. Algunos datos interesantes nos dicen que el 34% de usuarios de internet han sido expuestos sin haberlo solicitado y aumenta la infidelidad matrimonial en un 300%. Se asocia con más agresión verbal y física en ambos sexos y se observan distintos niveles de consumo: eventual, periódico y adictivo. Todos son perjudiciales, sobre todo los dos últimos, considerados de alto riesgo para nuestra salud.
El efecto que crea el porno en el cerebro es igual al del consumo de drogas, produciendo dependencia y tolerancia y puede cambiar el comportamiento ya que se llega a no ser capaz de reaccionar con un estimulo natural, por ejemplo, una caricia o un abrazo, de tal manera que se prefiere ver pornografía a relacionarse con una persona real.
Al igual que con otras sustancias tóxicas, para obtener un mismo efecto se va haciendo necesaria más cantidad. En el caso de la pornografía se necesitan cada vez formas más exageradas ya que su versión "normal" o " clásica" llega a no causar excitación. Es aquí donde tienen su origen algunos casos de desviaciones sexuales como el consumo de pornografía infantil.
Pero no solo afecta al cuerpo. Es una mentira, una sexualidad irreal que destroza el amor, deteriora la vida sexual puesto que se busca lo imposible (lo que se ve en una pantalla y que no se corresponde con la sexualidad humana real), daña a la pareja y conduce al aislamiento. Además, detrás de las imágenes, hay seres humanos que sufren, por ejemplo, con la trata de personas y la pornografía infantil; conduce a la violencia porque la erotiza, distorsiona la sexualidad, se aceptan ideas distorsionadas de la realidad y la sexualidad en el ser humano queda dañada.
Continuará...