El Vaticano se ha pronunciado sobre la ideología de género en la educación con un documento de la Congregación para la Educación Católica titulado “Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del género en la educación”. En el documento se explica que “se difunde cada vez más la conciencia de que estamos frente a una verdadera y propia emergencia educativa, en particular por lo que concierne a los temas de afectividad y sexualidad”.
El Vaticano advierte que “la desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo, ha contribuido a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural”. En este contexto, “la misión educativa enfrenta el desafío que surge de diversas formas de una ideología, llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer”.
Esta ideología “presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo”.
“La visión antropológica cristiana ve en la sexualidad un elemento básico de la personalidad, un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los demás, de sentir, de expresar y de vivir el amor humano”. Por ello, “la Congregación para la Educación Católica, dentro de sus competencias, tiene la intención de ofrecer algunas reflexiones que puedan orientar y apoyar a cuantos están comprometidos con la educación de las nuevas generaciones a abordar metódicamente las cuestiones más debatidas sobre la sexualidad humana, a la luz de la vocación al amor a la cual toda persona es llamada”.
De esta manera, “se quiere promover una metodología articulada en las tres actitudes de escuchar, razonar y proponer, que favorezcan el encuentro con las necesidades de las personas y las comunidades”.
Escuchar. El documento plantea una serie de puntos de encuentro, como “la educación de niños y jóvenes a respetar a cada persona en su particular y diferente condición, de modo que nadie, debido a sus condiciones personales (discapacidad, origen, religión, tendencias afectivas, etc.) pueda convertirse en objeto de acoso, violencia, insultos y discriminación injusta”.
Esta ideología “induce proyectos educativos y pautas legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente libres de la diferencia biológica entre el hombre y la mujer”.
Razonar. En el documento, se presentan una serie de “argumentos racionales que aclaran la centralidad del cuerpo como un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares”. Recuerda que “desde un punto de vista genético, las células del hombre (que contienen los cromosomas XY) son diferentes a las de las mujeres (cuyo equivalente es XX) desde la concepción”. El proceso de identificación de la persona “se ve obstaculizado por la construcción ficticia de un ‘género’ o ‘tercer género’.
Proponer. El Vaticano aborda la introducción de la ideología de género en la educación y señala que “sin una aclaración satisfactoria de la antropología sobre la cual se base el significado de la sexualidad y la afectividad, no es posible estructurar correctamente un camino educativo que sea coherente con la naturaleza del hombre como persona, con el fin de orientarlo hacia la plena actuación de su identidad sexual en el contexto de la vocación al don de sí mismo”.
El primer paso para esa aclaración antropológica “consiste en reconocer que también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo”. Explica que “la antropología cristiana tiene sus raíces en la narración de los orígenes tal como aparece en el Libro del Génesis, donde está escrito que ‘Dios creó al hombre a su imagen, varón y mujer los creó’. En estas palabras, existe el núcleo no solo de la creación, sino también de la relación vivificante entre el hombre y la mujer, que los pone en una unión íntima con Dios”. “Esta es la respuesta antropológica a la negación de la dualidad masculina y femenina a partir de la cual se genera la familia. El rechazo de esta dualidad no solo borra la visión de la creación, sino que delinea una persona abstracta que después elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya”.
“La familia es el lugar natural en donde esta relación de reciprocidad y comunión entre el hombre y la mujer encuentra su plena actuación”. Hace hincapié en que en la familia “se fundan dos derechos fundamentales que siempre deben ser respaldados y garantizados”. “El primero es el derecho de la familia a ser reconocida como el principal espacio pedagógico primario para la formación del niño”.
El segundo derecho “es el del niño a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva. Seguir madurando en relación, en confrontación, con lo que es la masculinidad y la feminidad de un padre y una madre, y así armando su madurez afectiva”.
El documento del Vaticano explica que “a la acción educativa de la familia se une la de la escuela, que interactúa de manera subsidiaria”. “La escuela católica debe convertirse en una comunidad educativa en la que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando la tolerancia, comprendiendo los diferentes puntos de vista y creando confianza en un ambiente de auténtica armonía”. “La educación a la afectividad necesita un lenguaje adecuado y moderado. En primer lugar, debe tener en cuenta que los niños y los jóvenes aún no han alcanzado la plena madurez y empiezan a descubrir la vida con interés. Por lo tanto, es necesario ayudar a los estudiantes a desarrollar un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad”.
Por estas razones, “no se puede dejar a la familia sola frente al desafío educativo. Por su parte, la Iglesia continúa ofreciendo apoyo a las familias y a los jóvenes en las comunidades abiertas y acogedoras”.
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Fuente: Aciprensa